

Ing. Agr. Alvaro Carmona
La transformación de residuos agroindustriales en biochar con carbón vegetal como su principal componente, es una alternativa que permitiría a pequeñas, medianas, grandes empresas y organizaciones agrícolas costarricenses utilizar ese elemento natural para mejorar sus procesos productivos y elevar el valor nutricional de suelos degradados.
Esa opción es el resultado de un proceso experimental de más de 10 años liderado por el Ing. Agr. Alvaro Carmona, con resultados exitosos comprobados en su finca ubicada en Quebrada Amarilla en Garabito de Puntarenas y en empresas de Venezuela, Colombia y República Dominicana.
“Estamos hablando de una alternativa para producir carbón en cantidades grandes que permita a las empresas transformar sus residuos en un producto orgánico para ser reutilizado en sus propios campos, resolviendo el serio problema que representa el alto costo operativo de manejar el elevado volumen de esos residuos y a su vez utilizando un subproducto para mejorar la productividad de sus suelos agrícolas”, justificó.
La labor profesional del Ing. Carmona ha estado ligada a empresas grandes en donde la gestión de los residuos agroindustriales han sido un serio problema, tales como bagazo de caña, fibra de palma, sobrantes de piña, entre otros. Tras esa vivencia decidió investigar opciones para su adecuado manejo, especialmente aquellos generados en la producción aceitera de corporaciones en Latinoamérica.
También lo motivó incursionar en el tema al analizar que el uso del abono orgánico en grandes corporaciones tiene el inconveniente de que todavía el movimiento de sus elevados volúmenes representa un costo muy alto. Por ejemplo, una plantación de palma puede gastar hasta un millón y medio de dólares, trasladando solamente de la planta extractora al sitio de tratamiento de los residuos, explicó.
Entonces mover grandes cantidades de un lugar a otro es muy caro, porque si usted quiere reducir lo más que se logra en un abono orgánico es un 50% del volumen. Eso ha hecho que su uso fracasara en muchos países por un problema de costo. Por lo general la utilización queda circunscrita únicamente al área muy cercana del punto de producción, de ahí que, por mencionar un ejemplo, traer un abono orgánico de la zona sur a San José, solo el flete sería más caro que el mismo abono.
Considerando esa problemática del volumen y costo comenzó a trabajar en lo que interpreta como “el cuello de botella”, estudiando que posibilidades habría, no solamente de mover menos volumen, sino aumentar su valor nutricional. La manera que encontré explica, fue produciendo carbón vegetal, porque se reduce el 80% del volumen original por tanto, si tengo 10 toneladas de fibra de palma, restos de caña o de arroz, puedo convertir eso en carbón, donde se concentran los minerales que tiene y puedo mover y comprimir ese material ya granulado como si fuera fertilizante, aumentando la eficacia en el transporte porque comprimo y doy una densidad aparente al producto, pero transporto más con menos camiones.
Al revisar la literatura existente, en particular investigaciones de la Universidad de Cornell en Nueva York, confirmó que al incrementarse los contenidos de carbono en el suelo se facilitaba la fertilidad y mejora su PH, por tanto, la disponibilidad de los diferentes minerales era mayor en suelos ácidos, y no solamente eso, sino que había más vida microbiológica en el suelo.
“Basado en esos trabajos valoré la oportunidad para las grandes industrias de deshacerse de una manera inteligente de sus subproductos y que lejos de ser un problema se podría convertir en una oportunidad de negocio. Los datos de las primeras pruebas experimentales hechas en recipientes metálicos de 200 litros confirmaron que la cosa funcionaba. A partir de ahí busqué alternativas en el mercado nacional de hornos que permitieran obtener mayor cantidad de carbón para tratar de hacer experimentos más grandes, que permitiera, por ejemplo, ponerle a un cafetal de una hectárea dosis crecientes, pero eso fue imposible, todavía en el país, ni las universidades ni organizaciones experimentales, disponen de equipo para ese propósito. Después de escribir a varias compañías extranjeras la firma ucraniana Green Power me refirió a Carbo Sur su representante en México, distribuidores de equipos industriales para carbonizar. En coordinación con empresas palmeras, me permitieron hacer pruebas ya de mediana escala, con un resultado muy exitoso. Con el material producido se hicieron evaluaciones en el desierto de Oaxaca, que es una zona muy seca, porque el elemento carbono aumenta los contenidos de humedad en el suelo y obviamente los rendimientos del chile picante y de tomate que hicimos en dosis crecientes corroboró que podríamos tener en manos un excelente producto desde el punto de vista biológico, que al inocularse con microorganismos hacen que en el suelo se produzca algo parecido a lo que se hace con la reconstitución y repoblamiento en arrecifes de coral en playas deterioradas. O sea, el carbón en sí no es un fertilizante, se convierte en la casa y los minerales que tiene alimentan a los microorganismos que pongamos”.
Otro de los hallazgos de esa experimentación fue que en la mayoría de los casos en donde se utilizó el elemento carbono hubo menos problemas de enfermedades, lo cual se debe a que el carbón tiene algo que se denomina capacidad de intercambio catiónico, tiene una gran cantidad de cargas positivas y negativas que absorben las toxinas que producen los hongos del suelo, explicó.
“Tales resultados nos abrió la posibilidad de pensar que podríamos producir una enmienda orgánica que tuviera la fortaleza de tener una gran cantidad de microorganismos antagonistas de fusarium, phytophthora en papa o phytophthora cinnamomi en cítricos, para citar solo unos ejemplos, y que permitiera que las plantas, por sí mismas, sin necesidad de usar fungicidas de suelo, absorbieran esas sustancias de tipo tóxico que se adhieren al carbón, que dada su capacidad de intercambio catiónico hace la magia de absorber esas toxinas y entonces la planta, sin ningún tipo de químico, puede desarrollar sus raíces contra un patógeno”.
“En el desarrollo del nuevo producto al principio nos topamos con el problema de no poder ofrecerlo al mercado de la industria al no disponerse de un horno con la capacidad de producir grandes cantidades de carbón. Luego con el apoyo de la empresa Carbo Sur, en China encontramos la posibilidad de tener hornos con capacidad de producir 24 toneladas al día como una alternativa para empresas grandes.”
En México continuaron experimentando para poder suplir la producción de diferentes tipos de biochar según la materia prima utilizada para carbonizar. Los resultados han sido aplicados con éxito en grandes corporaciones agrícolas en Venezuela y Colombia.
A partir de esas experiencias verificaron que, utilizando hornos de pequeño y mediano tamaño, esta tecnología también es una opción para pequeños y medianos cultivos de hortalizas, cooperativas agrícolas y productores de café, “ya podíamos transformar, por ejemplo, los residuos de pulpa de café en biochar para que lo utilicen en sus campos”, afirma.
“Nuestro proceso no solamente es interesante al reducir el volumen de la biomasa, sino que además genera energía extra del gas producido durante el secado, lo cual permite perfectamente que a la par del horno industrial se esté secando, por ejemplo, forrajes y coronas de piña que después de secadas y molidas se pueden transformar en alimento granulado para animales. Entonces, también se abre un abanico de opciones en la línea que Costa Rica carece, porque tiene que importar el maíz y la soya de los Estados Unidos, mientras que aquí tenemos yuca y podemos convertir los forrajes de corte en fibra seca en alimento con valor nutricional. Ese enlace entre mi proyecto y aquellos dedicados a la sustitución de importaciones puede ayudar a convertir a Costa Rica en un país autosuficiente, en la producción alimentos para pollos, cerdos y rumiantes.”
“Basado en esos resultados decidí hacer un esfuerzo personal y mediante una alianza entre mi empresa Consorcio Providencia y Carbo Sur de México, decidimos traer un horno a Costa Rica que nos ha permitido producir biochar con residuos de arroz, con madera que los ríos dejan después de una inundación en fincas, cocos, de racimos y troncos de las renovaciones de palma.”
Comenta que el proceso experimental también ha permitido motivar a estudiantes para que hagan su trabajo de tesis, siendo un vehículo que les inspire y para que esto se generalice en el país.”
“Mi labor en este campo no ha sido pensando en vender, estoy pensando en motivar a las empresas que hagan su propia materia orgánica para que les salga mucho más barato, porque en el mercado mundial el biochar hoy tiene un elevado precio, se habla entre 700 y 1000 dólares la tonelada de carbón, que para un usuario ya se vuelve caro. Pero, si por ejemplo los piñeros invirtieran en sus propios residuos tendrían un subproducto de gran valor, que después se inocula con microbiología a través de biofábricas y biofermentos, resolviendo problemas de contaminación, quitamos moscas, problemas de encalado, eliminamos grandes volúmenes de residuos con horno móviles que se muevan entre las diferentes empresas”.
Desde hace 6 años hemos sido pioneros a nivel de palma con experimentación en México, Venezuela, Colombia, República Dominicana y en Costa Rica, en mi propia finca. Ahora empezamos a hacer unas mezclas de carbón con leonarditas y nuevos productos de investigación como una empresa privada sin ningún tipo de apoyo del Gobierno, invirtiendo recursos propios al estar convencido de lo que estoy haciendo.
¿Qué mensaje daría a los profesionales relacionado con estas opciones productivas? Lo primero es actualizarse en las nuevas tecnologías. A nosotros no formaron para aplicar y vender agroquímicos, pero la agronomía es mucho más que eso, debemos crear ingeniería adaptando a nuestras condiciones una tecnología que no existe. El segundo mensaje es que no podemos esperar cosas diferentes haciendo lo mismo; en otras palabras, no podemos seguir pensando que los problemas se van a resolver a través de tapitas rojas y verdes, esto no funciona así, tenemos que crear nuevos agrónomos que tengan una visión diferente del futuro, o sencillamente, no van a tener el suelo necesario para producir alimentos para nuestros nietos, a como Costa Rica va, en diez años más no va a tener capacidad de producir sus alimentos en lugares con suelos totalmente degradados. Por ello es ilógico pensar seguir haciendo lo mismo. El tercer mensaje, es urgente para el país, no solamente volver a la conservación de suelos como antes existía, por ejemplo, las famosas curvas de nivel y lo que todo mundo recuerda, ahora no existe un programa gubernamental o privado que estimule la conservación, ni mucho menos la regeneración, lo que el país necesita es regenerar los suelos que hemos acabado. Todos los años cada vez que, en zonas cultivadas de Cartago, el lavado del suelo llega a las carreteras y la gente sigue aplicando técnicas obsoletas en la preparación del suelo a favor de pendiente y se ve como algo natural que el suelo se vaya en las alcantarillas. Entonces es un llamado a los colegiados a crear conciencia, tal como la tienen nueva generación de agrónomos que están pensando en estas cosas, que nuestra generación dejó un como un legado negativo. Por ello, que hay que hacer una parada en el camino, analizar el futuro o sencillamente no va a ser sostenible ningún tipo de agricultura en ese tipo de suelos.
Consultado sobre el rol del Colegio de Ingenieros Agrónomos en la atención de esta problemática dijo que debería presentar un claro mensaje a las autoridades gubernamentales para que consideren la situación del estado del suelo como una prioridad y la asuman como una emergencia nacional. Esperaría que junto con la labor de sus fiscales para que se cumplan las normas y supervisen que las cosas se hagan correctamente, pero no veo que se produzcan pronunciamientos y acciones sobre estos temas. Veo muchas actividades sociales, lo cual me parece muy bien, pero la gente en el campo, donde estoy en el tiroteo diario, quiere ver, por ejemplo, muchas más capacitaciones de las que me consta que ustedes hacen con tanto esfuerzo. Debería, además, establecerse lineamientos claros, por ejemplo, con respecto al uso del glifosato y una serie de productos que están cuestionados y que no se objetan. Al contrario, muchos se aferran a él como si fuera la única tabla salvadora para producir, pero muchos colegas hemos demostrado que se puede producir sin agroquímicos. No sé por qué hay gente que todavía sigue entristecida de que los fertilizantes están caros, digo que, de no haberse presentado tal situación, no hubieran optado por otras opciones como estamos viendo ahora con gente que tiene más de 30 años de producir sin necesidad de agroquímicos, utilizando prácticas mucho más eficientes que solo la de abrir una botella. La realidad es que no podemos seguir haciendo lo mismo, concluyó.